Aaron Siskind está enormemente influenciado por el expresionismo abstracto norteamericano, y más en concreto por Frank Kline, a cuya memoria están dedicadas muchas de sus obras. Mérida 17, además de representar magníficamente bien su inquebrantable estilo fotográfico, es una fehaciente constatación de este inevitable e ineludible paralelismo estilístico. Las fotografías de Siskind son interacciones entre pintura y fotografía, abstracciones que derriban fronteras entre ambos campos expresivos. Las suyas son composiciones planas, calculadas y frías, en las que subyace la idea de que nada es indigno de ser representado.
Él mismo subraya este concepto: «para encontrar mi material me he ido al lugar común: los muros, los pavimentos, las estructuras de hierro de Nueva York, las incontables cosas alguna vez usadas y luego descartadas por la gente, los muros de hormigón de Chicago, los profundos subterráneos neoyorkinos en los que el agua y el tiempo han dejado su marca, el detritus de nuestro mundo, que examino en una búsqueda sin sentido». Al igual que Harry Callahan (y a diferencia de Minor White o Wynn Bullock) Aaron Siskind no compartía otros conceptos muy difundidos entre los formalistas americanos de los años 50 y 60, como dejarse guiar por el misticismo zen o «aquello que ve el ojo del espíritu» (según expresión de Wynn Bullock), lo que no evita que a nivel estructural su obra tenga numerosos puntos de encuentro con dichos compañeros generacionales.
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